jueves, 4 de julio de 2013

ANECDOTAS


Los peligros del portuñol


Luego de una larga espera en el aeropuerto, Gerson, nuestro huésped brasileño, ingresó en el departamento de la calle Ayacucho, no hablaba español, pero nos dijo que lo comprendería, si hablábamos despacio. Del mismo modo, la propietaria nos dijo que con frecuencia pasaba sus vacaciones en Brasil y comprendía algo de portugués, también. Comenzamos mostrándole el equipamiento de la unidad y a todo nos respondía sí, sin evidenciar demasiado interés en nada, seguramente cansado por el viaje y deseando quedarse al fin sólo para descansar.

Margarita, la propietaria se acerca y le dice: “Gerson, voy a mostrarle el balcón. Acompáñeme por aquí, si es tan amable.” Nuestro huésped, acompaña a la señora y sale con ella al esplendido balcón terraza. Al salir el señor exclama: “Nossa, que varanda!” “¿Disculpe?”-dice sorprendida Margarita, la propietaria. Gerson repite: “Que varanda, que varanda!”. Margarita dice: “Sólo huelo rosas y jazmines, señor”, al escuchar esto, Gerson refuerza su convencimiento inisitiendo: Que varanda, que varanda… jamais vi
uma assim”

Viendo que Margarita estaba a punto de perder la calma, frente a lo que percibía ya casi
como una injusticia inaudita, intervine como representante de ByT, para explicarle a ambos que la palabra en cuestión tendía significados muy diferentes en cada idioma:
baranda, para los porteños es “mal olor” y varanda en portugués quiere decir “balcón”.
Cuando todo lo que quería Gerson era mostrar cuanto le agradaba ese balcón, Margarita

Sólo entendía que estaba quejándose por un olor desagradable –que ella además sabía que no había. Aclarada la confusión, ambos rieron felices y soprendidos del significado desconocido. Peligros del portuñol. 

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